Y no, no es adicción a viajar. La adicción que tengo es la de muchas otras personas.
Básicamente soy adicto al mate. Si bien no hay demasiadas contraindicaciones para esta adicción, es difícil para mí pasar un día sin tomarlo. La abstinencia matera, en general, me da la sensación de que me faltara algo.
Si tengo que leer, estudiar, escribir algo, lo tengo que hacer mientras lo acompaño con unos mates.
Cuando pienso en el mate, me pregunto cómo hace el resto de los mortales que no toman esta preciada infusión. Se ponen a estudiar y, no sé, ¿se toman un café?¿Un té? O sea, después de cinco minutos, ¿se toman eso y se quedan solos ante los apuntes y el resaltador?
Sí, ya sé, se puede vivir sin mate tranquilamente. Es más, me dirán que es feo, amargo, antihigiénico, asqueroso. Que lo tomamos porque de chiquito nos acostumbramos a ver a tu familia compartiéndolo, entre risas y charlas, entre llantos o discusiones, entre películas o series de necfli.
Entiendo que no te pueda gustar. Pero yo… yo tengo una adicción.
El mate humeante de una mañana fría. El mate compartido con Flor, una tarde cualquiera. El mate de los días solitarios, cuando te quedás agarrándolo con las dos manos, te las calienta, y pensás cómo encontrarle la vuelta a eso que te está picando la cabeza. El mate ese que pasaba de mano en mano en una reunión de amigos. El mate que le das a tu mamá mientras prepara esa comida que tanto te gusta. El mate que recibís de tu hermano copiloto mientras charlás de la vida en una ruta llena de pozos.
Podría enumerarles muchas razones más, muchas más triviales aún, por las que tengo esta adicción al mate.
¿Hay alguien más con esta dependencia?
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