Creo que, poco a poco, nos estamos acostumbrando a esta vida en “Estela”. Estela es nuestra van, así la llamamos afectuosamente.
De vivir en una casa con acceso -digamos- irrestricto al agua, con duchas calientes prolongadas y sin preocupaciones por la cantidad remanente de gas, pasamos al control y restricción del consumo eléctrico, del agua y de, justamente, el gas.
Ni hablemos de la diferencia en metros cuadrados.
De todas maneras, lo que más nos afectó (al menos al principio) fue la limitación con el agua. No podíamos darnos duchas eternas, no podíamos siquiera lavar los platos tal como lo hacíamos antes. Además, el acceso público al agua, al menos en el sur de Italia, no resultaba tan sencillo como habíamos imaginado.
A medida que tomamos rumbo norte, dejando Sicilia, Calabria e incluso Campania, estamos viendo más lugares adaptados para las necesidades de los camperistas.
Hace muy poquito nos establecimos un par de días en un pueblo llamado Casciana Terme, en la región de la Toscana, donde teníamos nuestro lugar para estacionar, cargar y descargar aguas, e incluso conectarnos a la red de luz de la comuna, todo de manera gratuita. Esto fue lo más parecido a estar en una casa en los más de 45 días de travesía camperística.
Ya con tantos días arriba de la van, a muchas cosas las vamos normalizando y no nos pesan. Sabemos cuánto pueden durar nuestras duchas, cómo es la logística de lavado de platos y hasta cuándo nos dura el WC (digamos inodoro) hasta tener que descargarlo.
A la falta de espacio la contrarrestamos con nuestras frecuentes salidas, a medida que vamos recorriendo tantos lugares. ¡Y qué lugares! Claramente el espacio no es el problema. Incluso Otto disfruta tanto de su lugar en la van, así como también de sus variopintos paseos.
Nos estamos sintiendo cada vez más cómodos con esta vida. Nos está sentando bien la “vanlife”.
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