No sé cómo empezar, ni qué contar. Pero voy a intentarlo.
Arrancamos este viaje un 17 de marzo de 2024. Nuestro objetivo es llegar al próximo 17 de marzo también viajando. En el medio, conocer al menos doce países que jamás hayamos visitado. Parece fácil estando en Europa, un continente con cincuenta estados, muchos de ellos diminutos a comparación de Argentina, por ejemplo.
Arranco, en particular, con ciertos miedos. La incógnita de cómo nuestro vehículo, la Estela, se la aguante. Si llegara a pasar algo, cómo lo resolveremos. Y mi escaso o nulo conocimiento de mecánica sólo me genera más incertidumbre. Afortunadamente, en este viaje no estoy solo, sino que lo afronto junto a Flor, que incluso es mucho más “ducha” para estos menesteres que yo.
Otro temor, quizás más pequeño, es Otto. Otto es nuestro perro, de once años, al que trajimos desde Argentina. Otto está con nosotros desde que tiene veintiocho días de vida. Pesaba 1,4 kg cuando durmió por primera vez en casa. Con su edad, debemos extremar los cuidados. Desde hace ya más de un año toma unas píldoras para contrarrestar los efectos de la artrosis, además de otro medicamento para controlar y regular su hígado. Por la ya mencionada artrosis, Otto ya no es un perro al cual podamos exigir demasiado en nuestros paseos turísticos. Así que vamos poco a poco, cuidándolo. No lo queremos exigir demasiado y queremos que todos los integrantes de esta familia disfruten al máximo esta aventura que ha recién comenzado.
Hoy ya es 22 de Marzo. Ayer comenzó la primavera y el tiempo está de maravillas. Partimos cinco días atrás desde Pienza, en la provincia italiana de Siena, en la región Toscana.
Recorrimos el pueblo, uno de los más bellos a mi criterio del Val d´Orcia. Durante prácticamente un año, habíamos vivido y trabajado en un hotel de campo a escasos kilómetros de este pueblo, por lo que lo habíamos visitado en varias ocasiones.
Pienza es una ciudad museo, diría yo, con unas vistas espectaculares del valle. Colinas, cipreses, prados, y el Monte Amiata a lo lejos. Es uno de los lugares en donde me atrevería a decir “aquí sí me quedaría a vivir”. Pero para nosotros sólo es el comienzo y punto de partida.
Ese mismo día, horas después, estábamos ya en otro país. Sí, a menos de 200 kilómetros. Llegamos a San Marino, una de las repúblicas más pequeñas del mundo. La quinta, para ser precisos (en 2024). Recorrimos la ciudad, ubicada sobre el Monte Titano, que se eleva a casi 800 metros sobre el nivel del mar.
Recorrimos sus calles y visitamos sus tres torres: Guaita, Cesta y Montale. Justamente las tres torres que figuran en el centro de su bandera blanquiceleste.
En el país prácticamente no cambia nada respecto a Italia. Se usa la misma moneda y se habla el mismo idioma. Es una linda excursión de un día. Una ciudad bella arquitectónicamente, con sus murallas y torres, y con vistas increíbles desde lo alto del Monte Titano, que sirvió de refugio al albañil Marino, allá por el 301 dC. Un dálmata perseguido por el Imperio Romano por su prédica cristiana. Un refugio que resultó infranqueable y que con el tiempo se convirtió en la república más antigua del mundo.
En los días sucesivos, continuamos la ruta y en nuestro quinto día estamos en la región del Véneto, en el delta del Po, el río más largo de Italia. Un día de sol, primaveral, con la destacada compañía de cientos de flamencos.
Nada mal para empezar, ¿no?
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