En la espera del regreso de Flor, nos quedamos deambulando Otto y yo por pueblecitos ignotos del norte italiano.
Todo bien, por suerte. Hicimos mucho trekking, mucha caminata. Otto está bien, hace ejercicio y no evidencia desmejoría respecto a la condición que había presentado un mes atrás. Camina, corre, sube colinas, montañas y hasta come nieve. Estoy contento por su estado actual y ruego porque siga bien y nos acompañe en esta hermosa travesía.

Ya falta poco para que Flor regrese. Muchos días de soledad, en donde el entretenimiento pasó por la edición de algún que otro video y de las ya mencionadas caminatas.
Hoy, no entiendo porqué, me pegó algo así como ganitas de estar ahí, en la mesa de madera de la cocina de casa. Cuando digo casa, es la casa en la que crecí con mis viejos y mis hermanos.
En despertar en mi habitación, aquella que en algún momento fue comedor, que luego fue habitación de mi hermano más grande, que luego fue la habitación que compartí con el más chico y que, al fin, "me perteneció".
Como decía, despertar, caminar unos metros, llegar a la cocina y prender la hornalla para empezar a calentar el agua para los mates. Girar la manija que hace crujir a la persiana y pispear cómo amanece el día.
Al rato, seguro vendrá mamá, me digo. Ella y sus manos siempre inquietas. ¿Qué hará hoy? Mmm... seguro le prepara los mates al viejo y se los lleva a la cama. El viejo, remolón, se va a quedar un rato semiacostado, mientras suena de fondo la radio salteña.
¿Mamá me hará uno de esos vigilantes riquísimos que sabe hacer? ¿Esos que espolvorea con un poquito de azúcar? ¡Qué cosa rica, por Dios!
Ojo, capaz hoy se pone a hacer una tortita de esas de chocolate con crema chantilly que tanto me gusta. Mmm... no veo la hora de que se levante.

Vamos a tomar unos matecitos y, quién sabe, después del almuerzo, daremos una vuelta por el Lago, por el Parque San Carlos o -si el día lo amerita- iremos a las termas.
¡Qué hermoso día parece que va a hacer!
Peeero... rápidamente vuelvo a la realidad y estoy acá, en Salsipuedes italiano, con Otto. Esperando a Flor. Para seguir este viaje increíble que iniciamos hace ya más de dos meses.
En cuestión de minutos, mi cabeza me hizo volar hasta la cocina de casa, a las manos de mamá, al aroma del jazmín que invade el patio, al amor pétreo de mi viejo. Me siento mejor y con el pecho como descomprimido. Mis pulmones respiran mejor y la garganta está como dulce, sedosa.
Un besito, viejos. Yo estoy bien. Espero ustedes también. Los quiero.

Lloré bastante, como imaginarás, mientras leía lo que escribiste.
He aprendido que el amor siempre vuelve. Y se demuestra con gestos, sonrisas, caricias, palabras...
Dichosos los que pueden expresar el amor con palabras.
Las manos de mamá siempre te esperan.
Te amo con toda el alma.