Roma, escrito de atrás hacia adelante, es AMOR. Nos faltaron unos días más para llegar a amarla. Podemos decir que hemos tenido un affaire, un touch and go con la capital italiana.
Luego de una mañana en Florencia y un tren hasta Roma, llegamos a la noche a nuestro hospedaje. Noche de room service y a dormir. El hotel no estaba en una zona céntrica y la verdad que el cansancio y la lejanía de puntos turísticos hicieron que decidiéramos descansar para arrancar con energías renovadas al día siguiente una nueva ciudad.
Roma es otro destino al que volveremos para recorrer y conocer más y mejor. A veces, al tener pocos días, uno quiere ver muchas cosas en poco tiempo, por lo cual termina haciendo de todo sin disfrutar tanto de lo que se experimenta. A veces menos es más, dicen.
En Roma hicimos muchas cosas, como visitar la Fontana di Trevi, que estaba en ese momento en restauración; el Coliseo y el Foro Romano; el Panteón y la Piazza Navona; el Vaticano, sus museos y la Basílica de San Pedro, la Piazza Spagna y sus escaleras; el Trastevere y sus callecitas adoquinadas.
A pesar de que ya pasaron varios años de esa visita, aún recuerdo vívidamente algunos momentos particulares. ¿Es esto lo que nos deja un viaje, no?
Ese recordar, de la nada, un momento perfecto. Esa sensación de calorcito en el pecho que reconforta, que sube hasta la garganta y nos da un cosquilleo, que nos seda y nos eleva. Un momento perfecto.
Una cena, a la luz de las velas, en un callejoncito empedrado cercano a la Fontana di Trevi. Una meriendicena en una pequeña trattoria en la coqueta Trastevere. Un gelato, entrada la noche, admirando la perfección del Panteón.
Roma es otra ciudad que puede sorprenderte y mucho. Solamente caminar y perderse es encontrarse con tesoros de nuestra humanidad. Volveremos y la disfrutaremos más.
Porque como dice el dicho, todos los caminos nos llevan de viaje. ¡Ah, no! ¿Era así?
Viajemos y seamos felices.
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