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Foto del escritorJuan Manuel

Accidentados en Croacia

frente de una iglesia en el pueblo Dol, en la isla de Hvar (Croacia)
Iglesia en Dol, isla de Hvar

Luego de la visita a Split, zarpamos bien tempranito desde el puerto hacia una isla croata: Hvar.


Esta isla resultaba muy importante en nuestro itinerario. Flor, de apellido croata, hace unos años había averiguado de dónde habían provenido sus antepasados. De acuerdo a lo consultado, muy probablemente sus parientes habían salido de esta isla, Hvar. Fue entonces que desde que iniciamos con esta idea de viaje, teníamos en claro que en algún momento pasaríamos por allí.


Llegamos a la isla y, luego de un día de trabajo, nos fuimos caminando hasta el pueblito desde donde, según lo investigado, estarían sus potenciales parientes.

El lugar en cuestión era Dol, un pueblo que actualmente posee poco más de 300 habitantes. El lugar era bastante atípico, ya que no contaba con una plaza o un punto central de encuentro. Lo único que hallamos fue una iglesia y el cementerio que estaba detrás de ella. A pesar de ser muy pequeño, encontramos muchas lápidas de personas que portaban su mismo apellido, o con pequeñas variaciones. Así como también vimos muchos otros apellidos que fácilmente encontramos en localidades cercanas a donde los parientes de Flor se habian afincado hace más de 100 años en Argentina.


Por lo que pudo averiguar Flor, en un momento en la isla hubo una peste llamada filoxera, una plaga que destruyó los viñedos a fines del siglo 19, período en el cual se produjo una gran emigración croata, imaginamos por la falta de trabajo y el emprobrecimiento general.


Caminando por las rutas de la isla, vemos ahora viñedos y árboles de oliva. Y nos sorprenden las higueras rebalsando de frutos, esperando a que alguien se digne a recolectarlos.

viñedo al costado de una ruta entre Stari Grad y Dol
Viñedo entre Stari Grad y Dol

Caímos en el bar del pueblo y logramos explicar nuestra historia a algunos pobladores. Parecía que mucha bola no nos daban, que no les interesaba lo que les estábamos contando.


Luego de unos minutos y cuando parecía que ese era el fin de la historia, uno de los muchachos agarró el teléfono y llamó a una persona con el mismo apellido de Flor. Del otro lado del teléfono, la persona dijo que si queríamos ir a la casa, que pasáramos, que en ese momento estaba ocupado.


Ahí nomás, el muchacho se ofreció a llevarnos en el auto del dueño del bar. A Flor, a mí, y a Otto. Así que nos metimos como pudimos en un vehículo diminuto y arrancamos. Luego de un par de kilómetros por la montaña, llegamos a la casa de este señor, que parecía muy ocupado trabajando con las plantas de su patio.


El muchacho que nos llevó, así como nos dejó, se fue. Y quedamos ahí, en la casa del señor con el mismo apellido de Flor. Ella empezó a hablar un poco de su historia, de su apellido. El señor un poco le siguió el hilo y hablaron un poco de sus antepasados, que era probable que hubiera alguna ligazón entre ellos, pero que en definitiva no tenía mucha idea del pasado de su familia.



A los pocos minutos, desde la casa sale un señor, de unos 70 años, de cabellera color castaño oscuro. Sin canas. Con bigotes. Al verlo, se me hizo difícil no pensar en mi suegro. Flor, mientras tanto, seguía hablando con este otro "pariente".


El señor de bigotes se acercó y Flor tardó un poco en visualizar su rostro. Cuando enfocó bien los ojos, se dio cuenta. Le dijo: ¡usted es parecido a mi papá! Y el croata esbozó una sonrisa.


Desde lo fisonómico, parecía no haber dudas. Eran unas gotas de agua, una nacida en la isla de Hvar (Croacia) y la otra en algún pequeño pueblo perdido del sur santafesino.


Se quedaron charlando un ratito, se intercambiaron redes sociales. Y ahí quedó. Le dijeron que en Hvar había otro señor muy parecido, que lo fuéramos a buscar.


Nuestra impresión en general, y claramente podemos estar equivocados, es que el croata no suele ser una persona muy sonriente, amable, de muchas palabras. Mucho gesto adusto y seriedad.


Al día siguiente, salimos a Hvar. Aquí viene aquello de "accidentados en Croacia". Antes de ir al centro del pueblo, reconocido turísticamente por su valor histórico, nos fuimos a las afueras a disfrutar un rato de la playa.


Ni bien llegamos, Flor me dijo que se iba a la playa un ratito a meditar. A los pocos minutos, desde dentro del Motorhome, escuché gritos. Era Flor, que se había caído entre las rocas, desde una altura mayor al metro y medio. Sentía una quemazón en el pie que le provocaba mucho dolor.


flor muestra el yeso mientras deja el pie en alto durante la estadía en nuestro motorhome
Yeso y a reposar

Ahí nomás, la cargué como pude, la llevé al Motorhome y salimos inmediatamente a los primeros auxilios de la isla, donde obviamente no contaban con la maquinaria necesaria para hacerle los estudios pertinentes. Es así que nos dijeron que volviéramos a la parte contintental -a Split- para hacerle revisar el pie, y que probablemente se haya quebrado algo.



Volvimos a tomar el ferry y tres horas después estábamos en el hospital de Split, donde le tomaron una radiografía y se le diagnosticó la fractura de un hueso en el talón, el hueso calcáneo. Fue allí donde le pusieron un yeso, le dijeron que con un mes de reposo, sin rehabilitación y con un control semanal, todo volvería a la normalidad.


Peeero... la cosa no fue tan sencilla como pensábamos. De todas maneras, eso quedará para más adelante.


¡Sigamos viajando! Pero con asistencia al viajero, ¡por favor!

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