El lugar en el que ya había estado, sin haber estado.
Llegamos a esta ciudad que casi casi habíamos dejamos de lado por el poco tiempo que teníamos y, sin embargo, para mí fue un torbellino de emociones.
Al llegar al Gran Buda que se encuentra al aire libre, rodeado de plantas, sentí que la energía que sobrevolaba el lugar me penetraba, hasta hacerme brotar las lágrimas.
Sin dudas es el atractivo más importante de esta ciudad, pero lo que no sabía es que luego de estar presente en este lugar, Kamakura me daría otro "push emocional" al entrar al museo de cajas musicales.
Entrar ahí es magia, es volver a ser un niño. Ese sonido dulce te estremece y te lleva por un viaje sonoro y visual indescriptible.
Por último, pasear por su costanera y mojarse los pies en el mar japonés fue un adicional al pasar por esta ciudad.
No dejen de ir a Kamakura, así me lo dijeron a mí y así se los digo a ustedes. Entréguense a todas las emociones que este lugar es capaz de generar.
¡Sigamos viajando!
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