Al haber perdido un vuelo, nuestro viaje a Japón tuvo que ser modificado. Pensábamos llegar a Tokyo e inmediatamente tomar un tren a Osaka, donde teníamos reservada la noche de hotel. Pero, como llegamos un día después de lo previsto, a esa noche de alojamiento la perdimos, trastocando un poco la planificación del viaje.
Por suerte, Osaka se encuentra muy cerquita de Kyoto. Así que una vez en esta ciudad, nos dimos una escapada hacia Osaka.
Fuimos directamente a la locura del Dotonbori, el barrio del entretenimiento, tanto para los locales como para los turistas.
Lo que más caracteriza a este barrio son, sin dudas, los carteles de Neón sobre las calles aledañas al cauce del río Dotonbori. El cartel más famoso y representativo es el del Glico Man, ahora ya de luces LED. Glico es una empresa alimenticia que colocó el cartel en 1935. Es uno de los puntos más visitados y fotografiados, podríamos decir del Japón.
Sobre las calles del barrio abundan los bares y restaurantes. Muchos de ellos con carteles muy llamativos, coloridos y con movimiento propio. Las especialidades de Osaka son el okonomiyaki y el takoyaki, una especie de tortilla super completa y unas bolas fritas rellenas de pulpo, respectivamente.
El hormigueo de la gente puede fascinarte o marearte. Para nosotros fue increíble observar el ir y venir de las personas por las calles del barrio. Las luces de neón, los carteles con vida propia, la gente deambulando de acá para allá. Es un mundo organizadamente caótico.
Nos hubiese gustado recorrer el Castillo de Osaka y sus jardines, o el Universal Studios de la ciudad, pero el vuelo perdido nos limitó un poco. Quedará para la próxima. ¿Habrá próxima? ¿Por qué no?
¡Sigamos viajando! Vamos a una de las ciudades preferidas de Juan en el mundo, Kyoto.
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