6 de Agosto de 1945. Mañana calurosa en el verano japonés. En un abrir y cerrar de ojos, alrededor de 80000 perdían sus vidas. La bomba atómica llamada "Little boy", lanzada por los estadounidenses, explota y da comienzo al final de la segunda guerra mundial.
La desolación, el horror. Tres días después vendría Nagasaki. En total, se estima que un cuarto de millón de personas perdieron sus vidas por los ataques de las bombas atómicas.
A los pocos días, Japón anunciaría su rendición. Todo lo que vino después fue duelo y reconstrucción.
Arribamos a Tokyo desde San Francisco y, así como llegamos, activamos nuestros Japan Rail passes y nos fuimos directamente a Hiroshima.
En la ciudad actualmente viven más de un millón de personas. Los vestigios de la guerra son escasos, aunque significativos. De todas maneras, si no conociéramos la historia de la ciudad, difícilmente podríamos llegar a imaginar el brutal ataque recibido.
La ciudad cuenta con su Castillo, tal como tantas otras ciudades, sus jardines estéticamente perfectos y su bulliciosa calle comercial. Pero lo que la diferencia, claro está, es su conexión con aquel fatídico día.
La Cúpula de la Bomba Atómica, o Genbaku Dōmu, es uno de los pocos edificios que logró mantenerse erguido luego del bombardeo. Y se ha conservado en el mismo estado en el que quedó aquel 6 de Agosto de 1945. Desde 1996 es Patrimonio de la Humanidad, y es símbolo de la esperanza en la paz mundial.
Muy cerca de la Cúpula encontramos el Museo Memorial de la Paz. Mediante objetos, fotografías y videos, el museo nos transporta hacia la Hiroshima de aquel catastrófico día. Se puede ver cómo era la ciudad antes y después de lo sucedido, y las terribles consecuencias de la radiación en la población.
Tanto la Cúpula como el Museo se encuentran en el Parque conmemorativo de la Paz, el cual alberga otros puntos de visita, como el cenotafio de Hiroshima, el monumento a la paz de los niños, y la Llama, el Reloj y la Campana de la Paz.
Una llama que no se apagará hasta que no queden armas nucleares en nuestro planeta. Un reloj que, día tras día, sonará a las 8.15 de la mañana para honrar a los fallecidos. Una campana que los visitantes podrán tocar para desear la paz en el mundo.
Hiroshima desde aquel día no pensó más en la guerra y se convirtió en una ciudad que brega y bregará constantemente por la Paz.
Ahora nos vamos cerquita, a una particular isla.
¡Sigamos viajando!
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