Llegamos a Wurzburgo, lo que significó el final de nuestro recorrido por la Ruta Romántica alemana. Luego de visitar Nördlingen y Rothenburg ob der Tauber, estacionamos a Estela en lo alto de la fortaleza Marienberg, y desde allí salimos a recorrer la ciudad.
Wurzburgo resurgió de los escombros tras los bombardeos británicos durante la Segunda Guerra Mundial, que la destruyeron prácticamente por completo.
■ Hoteles en Wurzburgo
Viniendo desde el sur, durante varios kilómetros vimos una sucesión de viñedos sobre las colinas, los cuales también pueden apreciarse desde la ciudad misma. Aquí, la tradición invita a disfrutar una copa de vino en el Viejo puente (Alte Mainbrücke), con vistas a la fortaleza a un lado, la ciudad al otro, y la tranquilidad del río Meno fluyendo en el medio. Este puente del siglo XVI es uno de los rincones más atractivos de Wurzburgo, adornado con estatuas de santos, entre ellos los predicadores irlandeses que cristianizaron la zona. Recuerda en algunos aspectos al famoso puente de Carlos en Praga. Si no pasás por este puente, es como si no hubieses estado en Wurzburgo.
Cerca del puente se encuentra el Ayuntamiento (Rathaus), cuya fachada destaca por sus pinturas y su torre con dos relojes: uno solar y otro mecánico. Muy cerca está la fuente Vierröhrenbrunnen, con cuatro bocas. Durante el carnaval, la tradición manda a lavar monederos vacíos en sus aguas para atraer mejor fortuna.
En el centro, tres iglesias se destacan. La catedral dedicada a San Kilian, uno de los predicadores irlandeses, es una de las mayores iglesias románicas de Alemania, con cimientos del siglo XI. Fue completamente renovada tras los bombardeos, y en su interior se pueden ver esculturas de Tilman Riemenschneider, famoso escultor de Wurzburgo.
La Marienkapelle es otra obra arquitectónica particular, y sobresale en la ciudad por sus colores rojo y blanco. A su lado hay una antigua casa llamada Falkenhaus con una fachada estilo rococó muy llamativa. En ese lugar funciona actualmente la oficina de turismo de la ciudad. Estas dos construcciones dan hacia la Plaza del Mercado, con puestos de frutas y verduras, así como también varios bares y restaurantes.
Por último, la Neumünster marca el sitio donde los predicadores irlandeses fueron martirizados en el siglo VII. Su fachada barroca, renovada en el siglo XVIII, es de piedra rojiza, y es una parte importante de la historia de la ciudad.
Basta de iglesias por ahora. Vayamos a otro de mis lugares favoritos: la Residencia de Wurzburgo. Sus jardines son simplemente un placer. Recorrer sus senderos rodeados de flores, árboles y fuentes te transporta, por momentos, a los jardines de Luxemburgo, en París.
Tanto la residencia como sus jardines son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El palacio es famoso por su decoración, destacando el mayor fresco de techo del mundo, obra de Giovanni Battista Tiepolo. Además, cuenta con una capilla, un salón de espejos (¡como en Versalles!) y un salón imperial con delicados trabajos en estuco y laminados de oro.
Construida en 1744, la Residencia fue la nueva morada de los príncipes obispos, quienes antes vivían en la Fortaleza de Marienberg, la cual había quedado anticuada.
La Fortaleza de Marienberg
Dominando el paisaje al otro lado del río Meno, la Fortaleza de Marienberg ofrece vistas panorámicas de la ciudad, del río y de los viñedos que tapizan cada rincón verde. El camino desde el puente hasta la fortaleza es una caminata hermosa, aunque en constante ascenso. Antes de llegar, se atraviesa un parque con senderos y árboles, perfecto para una pausa. Y la recompensa al final: unas vistas espectaculares.
Hoy en día, la fortaleza alberga el museo Mainfränkisches, donde se cuenta la historia de Franconia a través del arte. Entre sus piezas se encuentran obras de Tilman Riemenschneider, el célebre escultor del gótico tardío.
Sin dudas, Wurzburgo es una excelente opción para comenzar o finalizar tu recorrido por la Ruta Romántica.
¡Sigamos viajando!
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